Si pensamos en desarrollo sostenido y una economía pujante, sin dudas Japón es uno de los nombres que se nos vienen a la cabeza. Este gigante asiático de 127 millones de habitantes no para de crecer, pero su referente, Shinzo Abe, hacedor de un plan económico y social sin precedentes en el país, dejó su cargo luego de 8 años por problemas de salud.
El milagro japonés
A finales de la década del 80, Japón se hundía en la crisis inflacionaria más grave de su historia luego de la segunda guerra mundial; el “crack” inmobiliario hizo que el país se sumerja en crisis económicas y sociales hasta entrados los 2000 cuando empezó el repunte.
Hacia el 2012, aparece en escena el ahora ex Primer Ministro Shinzo Abe, representante del Partido Liberal Democrático, quien propuso tres ejes de un modelo económico que llevaría a Japón a ser una de las 10 mejores economías del mundo y que su moneda (el Yen) sea una divisa estable y competitiva.
Japón tenía problemas de inversiones y su población económicamente activa era muy baja (aquellos que tienen edad de trabajar son un porcentaje pequeño respecto a la población); esto le genera una deflación -baja constante de los precios que genera que las empresas no inviertan su dinero y los consumidores no compren tanto como pueden.
Para solucionar esto; el país se basó en un concepto llamado Apalancamiento Financiero, que se fundamenta (en pocas palabras) en la pregunta ¿quién es más inteligente, el que tiene dinero y lo utiliza o el que utiliza el dinero de otro?
El objetivo parece haberse cumplido pero la inestabilidad que trajo el coronavirus y la abrupta salida del Primer Ministro, ponen en duda el crecimiento esperado.
Japón y el COVID-19
Los “nipones” tienen más de 127 millones de habitantes y los contagios por COVID-19 son muy bajos si lo comparamos con sus países vecinos; es un caso de análisis internacional por su óptima intervención frente a la pandemia del coronavirus.
69.000 casos positivos y menos de 1.000 muertes
Lo llamativo es que, la primera noticia impactante que leímos sobre el COVID-19, en aquel lejano diciembre de 2019, fue de un crucero japonés con 3.700 personas que no podían desembarcar por masivos contagios de un virus desconocido (COVID-19) que se cobró 14 almas de aquel buque.
Lo cierto es que Japón tuvo una cuarentena bastante estricta durante febrero y marzo, a pesar de cerrar sus aeropuertos internacionales, nunca restringió del todo el movimiento de personas desde abril a esta parte del año. Entonces, ¿cómo se explica la baja cantidad de contagios?
Japón tiene una manera distinta de testear los casos sospechosos de COVID-19. Si lo comparamos con Argentina, en el país oriental hacen poco más de 6.000 test por cada millón de habitantes, mientras que en nuestro país se realizan más de 16.000 por cada millón.
En tanto, también podemos establecer una comparación con España y su estrategia contra el COVID-19, en donde testean a 136 españoles cada 1000 habitantes.
“La detección temprana y el aislamiento inmediato fue clave para retrasar el pico de contagios” Doctor Shigeru OMI, Organización Mundial de la Salud.
Esto arroja un porcentaje muy bajo y lo posiciona entre los países que mejor maneja la pandemia, gracias al desarrollo de una estrategia diferente. El gobierno japonés decidió aislar a los grupos sospechosos y cortar toda transmisión comunitaria con ellos, es por esto que no testean a estos grupos.
¿Y ahora qué?
Shinzo Abe tenía mandato hasta 2021 pero por una colitis ulcerosa decidió dejar su cargo luego de 8 años; su reemplazante se designará entre el 14 y el 17 de septiembre.
El pueblo japonés espera que el Partido Liberal Democrático celebre elecciones internas el próximo 14 de septiembre para poder anunciar el reemplazante de Shinzo Abe.
