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Martes 23 de abril de 2024
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De paisaje a personaje: la saludable evolución del cine hecho en el NEA

Salvo experiencias aisladas, la producción cinematográfica argentina siempre estuvo concentrada en la Ciudad de Buenos Aires. Aquellas películas que buscaron históricamente situarse en otras zonas nutrieron sus imágenes de paisajes alejados de la city porteña, pero no fue hasta que se concretaron una serie de medidas de fomento que los cines regionales comenzaron a alzar sus voces, convirtiéndose en protagonistas de sus propias historias.

Salvo experiencias aisladas, la producción cinematográfica argentina siempre estuvo concentrada en la Ciudad de Buenos Aires. Aquellas películas que buscaron históricamente situarse en otras zonas nutrieron sus imágenes de paisajes alejados de la city porteña, pero no fue hasta que se concretaron una serie de medidas de fomento que los cines regionales comenzaron a alzar sus voces, convirtiéndose en protagonistas de sus propias historias.

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Quizás el antecedente más antiguo de cine producido en el NEA sea “En el infierno del Chaco”, un documental mudo de 1932 sobre el conflicto bélico por el Chaco boreal. 

Si bien podemos situar este hito lejos y hace tiempo, lo cierto es que la producción se vió completamente fragmentada en las décadas sucesivas, en los que la zona sirvió como escenario para producciones foráneas como “Patrulla norte” (Enio Echenique, 1951), “La pandilla inolvidable” (Máximo Berrondo, 1972) o incluso superproducciones extranjeras como “Moonraker” (1979) o “La misión” (1986). 

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Desde finales de los 90 han surgido algunos realizadores locales que fueron alternando la producción en la zona con trabajos desarrollados en Capital Federal, como Ezio Massa o Sebastián Caulier. Otros pocos, como Marcelo Perez o los hermanos Yoni y Marcel Czombos, lograron llevar adelante producciones locales de modo independiente. En la actualidad estos nombres tienden a multiplicarse. 

La racha de la producción esporádica no se está cortando por una ola de inspiración colectiva, sino que una serie de medidas fomentaron la producción, democratizando el acceso a los recursos necesarios para filmar. 

Por ejemplo, la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual de 2009 permitió el surgimiento de Iru TV, el primer canal digital de la región con sede en Formosa y que se encuentra próxima a estrenar “No abras este mensaje”, una serie de terror sobre creepypastas

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“No abras este mensaje”, serie de terror de Iru TV.

Dos concursos federales patrocinados por el INCAA tuvieron repercusiones positivas en la región: el Concurso Federal de Largometrajes Raymundo Gleyzer se realiza desde el año 2006 y favoreció el desarrollo de proyectos como “Un Gauchito Gil” (Joaquín Pedretti, 2019) o “Los Vagos” (Gustavo Biazzi, 2018), mientras que el Concurso Federal de Series de Ficción tuvo entre sus ganadores a “Pez gordo”, de los chaqueños Roly Ruiz y Yoni Czombos en 2017 y “Manduricio”, producida por Yamila Barnasthpol, en 2016, por citar sólo dos ejemplos. 

De indudable efecto positivo es la apertura de la sede NEA de la Escuela Nacional de Experimentación y Realización Cinematográfica, que evita que los jóvenes estudiantes tengan que desplazarse a Capital Federal para cursar sus estudios y permite su contacto con pares con los mismos intereses, vínculos de los cuales suelen nacer producciones independientes.

Es interesante repasar las voces propias de la zona que se alzan poco a poco. La variedad en las temáticas abordadas (muchas veces locales) y los códigos utilizados da cuenta de un panorama muy alentador. 

Clarisa Navas (“Hoy partido a las 3”, “Las mil y una”), Papu Curotto (“Esteros”) o Sofía Victoria Díaz (“Transkultural”) presentan personajes entrañables que se escapan de la heteronorma. 

Los documentales “Isabel, la criolla” (Marcel Czombos), “Cuando llueva tendrás un río” (Romina Vlachoff) y la serie documental “Historias del espejo” (Yoni Czombos y Roly Ruiz) retratan diferentes aspectos de la vida regional, ya sea a través de recuerdos propios o rescatando personajes de peso histórico relevante.

“Esteros” de Papu Curotto.

La existencia de las películas no termina de cerrar su ciclo sin la distribución y exhibición. Las producciones han corrido diferentes suertes: “Las mil y una” se convirtió en la primera película de la región incluida en el catálogo de Netflix, por ejemplo. 

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Más allá de las estrategias independientes de distribución de cada una, plataformas locales siguieron dando espacio a focos regionales, como es el caso de “Foco Misiones” en Cont.ar (la plataforma pública de contenidos audiovisuales) que incluyó a los largos “Le blu” de Guillermo Rovira, “El viento respira” de Sergio Acosta, “No hay tierra sin mal” de la directora Fremdina Bianco y “Far from us” de Laura Bierbrauer y Verena Kuri, además de dos series y dos cortometrajes. 

La actividad cinematográfica siempre ha sido difícil de sostener en el tiempo, sobre todo en los casos que no poseen un mercado interno que amortice al 100% las propias producciones, como sucede en nuestro país. 

Hoy, afortunadamente, parece que el viento sopla a favor de los cines regionales y nos encontramos de cara a una verdadera diversidad de historias en la pantalla, aunque esto es solo un primer paso de cara a una industria cultural sostenible. Como espectadores tenemos una sola manera de saber qué pasará: seguir acompañando los caminos de estos jóvenes realizadores.

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