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Lunes 18 de marzo de 2024
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Selva Misionera: el valor oculto de las áreas naturales

Conservar la Selva Misionera es una cuestión de supervivencia. En vistas de cómo viene la degradación ambiental a nivel mundial, es una apuesta audaz por la economía.

Conservar la Selva Misionera es una cuestión de supervivencia. En vistas de cómo viene la degradación ambiental a nivel mundial, es una apuesta audaz por la economía.

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¿Cuánto vale sentir las gotas de las Cataratas del Iguazú salpicándonos en el rostro? ¿Cuánto vale oír la Selva Misionera de noche cuando todo lo demás está en silencio? Probablemente sea imposible valorar completamente algunas de estas experiencias, pero si podemos arriesgarnos a enumerar algunos beneficios que tienen un gran valor.

Es habitual asociar la conservación del ambiente a una actitud altruista o de lujo. Incluso hay todavía quienes argumentan que este tipo de acciones, van en detrimento de la economía. Sin embargo, cuando uno analiza los servicios ambientales que nos brindan las áreas naturales, la ecuación cambia. Los beneficios económicos suelen ser mucho mayores que lo que se obtiene con la decisión de no conservarlas.

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Los servicios ecosistémicos son todos los beneficios que nos da un área determinada de Selva Misionera en buen estado. Van desde la regulación hídrica de una cuenca, hasta la regulación de carbono planetaria, pasando por el derecho a escuchar su biodiversidad en la noche, leer un libro a la sombra de un árbol u obtener alguna medicina de alguna especie con propiedades curativas. 

Conservar la Selva Misionera es entonces una cuestión de supervivencia. Que, en vistas de cómo viene la degradación ambiental a nivel mundial, es una apuesta audaz por la economía. 

Si uno analiza el ciclo del agua, las masas boscosas o selváticas suelen tener la capacidad de absorber y contener muchos más milímetros de lluvia que su alternativa de desforestar y realizar alguna producción agrícola. En este caso, los árboles, por sus características morfológicas, logran retener más agua de lluvia en sus copas que nunca caerá al suelo, pero también absorber humedad desde mayor profundidad por sus largas raíces. 

Su diversidad espacial y temporal también otorgará una cubierta verde a lo largo de una columna vertical de varios metros y todo el año. Esto le permitirá transpirar el agua captada en contraste con, por ejemplo, un yerbatal mucho más acotado en tiempo y superficie.

Esto cobra especial importancia en un contexto de cambio climático que ya trajo y traerá con más frecuencia e intensidad eventos climáticos extremos. 

La alternativa a este servicio ambiental son las majestuosas obras hidráulicas que todos conocemos que terminan saliendo considerablemente más caro que gestionar bien la naturaleza que ya nos provee estos servicios y muchos otros más.

La Selva Misionera es el lugar con más biodiversidad de Argentina.

La Selva Misionera contribuye también al mundo en la regulación del CO2 (Dióxido de carbono y principal gas de efecto invernadero). Sus árboles funcionan como sumidero y/o reservorio de este gas al quedar contenido en su estructura de madera que en caso de ser desforestado sería liberado a la atmósfera. 

Este servicio tiene un gran valor para la vida pero también contribuye a la estabilidad climática en las que se desarrollan todas las demás actividades económicas del mundo. Servicio que debería ser retribuido por los países “desarrollados”, principales responsables del cambio climático. 

Además, la Selva tiene un valor cultural intrínseco en el que se enraizan modos de vida y una conexión con la naturaleza que también tienen valor como son poder observar una araucaria, descansar a la sombra de un ibirá pita; disfrutar del avistaje de un bailarín azul son cosas que dan sentido a la vida y resulta difícil ponerle un precio. 

La Selva Misionera, lugar donde flora y fauna coexisten perfectamente.

Más aún, su preservación contribuye en gran parte a la economía de Misiones ya que ésta depende del turismo. Viajeros de todo el mundo se trasladan para conocer uno de los lugares más biodiversos del planeta y, al hacerlo, motorizan la economía y traen divisas al país que tan necesarias son en estos últimos tiempos. 

De esta manera, no solo son dólares que nos ahorramos en obras faraónicas, sino que también son dólares que ingresan al país y a la provincia. Y, si bien no todo tiene que ser billetes y monedas, si alguien quiere ser rico en 40 años, lo mejor que podrá hacer será apostar a la conservación de la Selva Misionera hoy.

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