Cada 20 de junio, en cada rincón del país, se conmemora el fallecimiento del General Manuel Belgrano y, en su honor, el día de la Bandera argentina ya que fue el prócer quien diseñó el modelo original a principios de 1812, basándose en los colores de la escarapela, para que sus soldados la portaran como enseña durante las batallas de la independencia.
Para Corrientes, la vida del general tiene una particular importancia debido a su paso por el territorio que hoy pertenece a la provincia, en tiempos de la expedición militar al Paraguay.
En ese periodo, Belgrano se estableció en diferentes sitios, entre ellos la localidad de Concepción del Yaguareté Corá, donde escribió dos cartas en la noche del 25 de noviembre de 1810. En los textos se pueden leer referencias a la Estancia Rincón de Luna, lugar emblemático del departamento.
Si bien, como lo mencionan los historiadores, el prócer mandó a quemar toda la documentación escrita de aquella expedición al Paraguay (1810-11) en los momentos previos a la batalla de Tacuarí, que marcaría el fin de su campaña militar en aquellas latitudes, estas cuatro cartas se salvaron porque fueron enviadas a la Junta a través de chasquis, como correspondencia militar.
Así es que, a partir de su contenido, se revela el paso del general Belgrano por Yaguareté Corá, tal como lo sostiene la tradición oral de ese pueblo, y como el mismo Belgrano revelara durante el juicio que se le realizó al regresar a Buenos Aires.
¿Qué dicen las cartas?
Vale comentar que los escritos de Belgrano fueron hallados por el escritor Carlos Güttner entre los documentos del Archivo General de la Nación; los dos primeros se tratan de un viejo despacho del General Manuel Belgrano al Capitán Juan Francisco Arias, fechado en Caá Guazú el 23 de Noviembre de 1810, dos días antes de arribar a Yaguareté Corá.
Belgrano manifestó en su primera carta el abandono en que se hallaba “el vecindario del nominado pueblo de Curuzú Cuatiá, por lo que respecta al pasto Espiritual: ya iban a contarse dos años que ni una Misa oían, y es de necesidad que V. E. oiga los clamores que por mí le dirigen para que el Reverendo Obispo”.
En el mismo documento pidió que se provea a la localidad de un sacerdote para que atienda sus necesidades espirituales y también señaló la urgencia de “arreglar los distritos de los curatos (hoy conocidas como parroquias), pues tenemos mucha población que, sí sabemos dividirla, muy pronto nos proporcionará grandes ventajas”.
En la segunda carta recuperada del paso de Belgrano por Corrientes, el prócer señala que confirió la cuarta compañía del Regimiento de Caballería de la Patria, “vacante por ascenso de don José Ruíz a Sargento Mayor de Húsares del Rey, a Don Antonio Uriarte, Teniente con grado de Capitán de la séptima compañía del mismo regimiento”.
En sus otras dos cartas, Belgrano escribe desde Yaguareté Corá. En la primera se dirige al Capitán Arias para pedir que resuelva la designación de su “Edecán don Pedro Ibáñez”, quien, en palabras del prócer, “en el poco tiempo que sirve a mis órdenes las ha desempeñado bien”.
El segundo documento, un tanto más extenso, hace una descripción de lo que sucedía en su camino al Paraguay, por el cual debían atravesar bañados y esteros, con altas temperaturas y escasos recursos.
“Me hallo con la primera División en este punto y a todas tres he mandado hacer alto este día para que la gente, por la gran lluvia que sufrimos ayer, secase su ropa, limpiase las armas y descansase la caballada y boyada, que no obstante los esfuerzos del vecindario y los auxilios dispuestos por el Teniente Gobernador de Corrientes está tan sumamente flaca”, mencionó el procer.
A su vez, menciona que viven cada jornada de trabajo con diversas incomodidades, a las que “se agregan los calores excesivos y toda clase de sabandija que nos hace padecer”.
Belgrano señaló que, si bien podía valerse de la cantidad de donativos que llevaba consigo durante la expedición, las iba a reservar para la Provincia del Paraguay, donde no contaban con los mismos recursos.
“Con el objeto de no usarla (las donaciones) he comprado, y mandado comprar caballos que es lo que más necesitamos, y bueyes. Ya he estado con tentaciones, más de una vez, de marchar a pie; pero aunque el camino es de grandes tropiezos, está lleno de esteros y de lagunas, de arenales y otras dificultades que en tal caso imposibilitarían más y más las marchas”, escribió el general.
El encuentro de Belgrano y Pedro Ríos, el “tamborcito de tacuarí”
En su paso por Concepción del Yaguareté Corá, Belgrano se topó con la familia de un adolescente de la zona que deseaba que este sirviera a la patria incorporándose a la expedición militar al Paraguay.
Su nombre era Pedro Ríos. Según la historia, su padre ya anciano le ofreció a Belgrano su hijo de 12 años pero este último dudó en aceptarlo.
Ante la insistencia del padre, que quería brindarle a la Patria lo mejor que tenía ya que era de condición humilde, el comandante Vidal -militar español que sufría de una enfermedad en sus ojos que le había hecho perder parcialmente la vista- le pidió a Belgrano que lo acepte, argumentando que él lo necesitaba y que sería su lazarillo.
El bautismo de fuego de Pedro Ríos, el “tamborcito de Tacuarí”, se produjo el 19 de enero de 1811, en la batalla de Paraguarí, donde Belgrano sufrió su primera derrota. Cumplió funciones en la retaguardia fortificando las carretas del parque de armas y el hospital de campaña. Como el encargado del tambor se había sumado al combate, a partir de ese momento tomó las funciones de guía con el tambor.
Ya en marcha, el tamborilero iba a la vanguardia de la infantería. En la batalla de Tacuarí, el niño continuó guiando al mayor Vidal y además tocando el tambor. Cumpliendo sus funciones, fue alcanzado por dos proyectiles de fusil en el pecho, cayendo herido de gravedad y falleciendo minutos después.
Luego de eso, Vidal dijo: “Lo recuerdo y me estremezco. Me parece estar viéndolo impasible avanzar a mi lado. Yo lo he visto caer y abandoné la lucha para socorrerlo. Murió de dos disparos en el pecho. Estoy seguro de que su muerte fue mi salvación, porque al detenerme, no caí como cayeron casi todos los del ala donde estábamos nosotros”.
Precisamente, a 3 kilómetros de Concepción del Yaguareté Corá, cuna de Pedro Ríos, en la estancia San Eugenio se encuentra el solar natal y un monolito que lo recuerda como el niño héroe que, con sólo 12 años, decidió servir a la patria y no dudó ante los peligros de la guerra.
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