A orillas del río Paraná, la casona del médico Aldo Pértile resalta entre las construcciones que hay en la zona. Se trata del Museo del Río, un proyecto personal que pronto se convirtió en el objetivo de toda la familia Pértile: promover la cultura, el disfrute del río y contar una historia a través de murales de mosaiquismo.
Hasta allí llegó NEA HOY para escuchar a Aldo y Santiago (tío y sobrino), quienes contaron cómo surgió este proyecto turístico cultural en el que trabajan hace más de 20 años y en el que hoy, le están poniendo todas las ganas, la fuerza y energía para lograr que el Museo del Río se convierta en una casa para los artistas de la zona.
El lugar se encuentra en el camino que te lleva a la Isla del Cerrito, a unos 10 km de Resistencia, la capital del Chaco, a la vera del Río Paraná, en lo que se conoce como Antequeras, una zona habitada por pescadores. Ahí, en el camino, el Museo del Río resalta por sus espectaculares murales que cuentan historias.
Historia, arte y ciencia
El fundador del Museo del Río es Aldo Pértile, un médico ginecólogo de 82 años que toda su vida se dedicó a la medicina y al arte. Un profesional de la salud reconocido por su trayectoria en la medicina, sino por su aporte a la cultura y el arte plástico local.
La familia Pértile forma parte de los cimientos fundacionales de la ciudad de Resistencia. Alfredo Pértile -padre de Aldo- es un pintor reconocido en el país. Algunas de sus obras retratan la llegada de los inmigrantes a Resistencia. Tal es la conexión de esta familia con el arte que hoy, el Instituto de Bellas Artes del Chaco, lleva el nombre de Alfredo.
Hace unos 20 años le compró al hermano del humorista chaqueño Luis Landriscina el espacio donde hoy se encuentra el Museo. De a poco fue creando cada uno de los murales que hay en las paredes del lugar. En la pandemia la familia Pértile se refugió en ese espacio para disfrutar del aire libre y la costa del río.
“Cada obra del Museo cuenta una historia”, dice Aldo Pértile al mostrar los murales que hay en cada rinconcito del espacio. Él oficia de guía turístico para cada visitante. Todos los murales están realizados con la técnica del mosaiquismo, que consiste en recolectar retazos de cerámicas o mosaicos e ir construyendo así matices, colores, una imagen.
En diálogo con NEA HOY, “dibujar en estructuras de gran tamaño y con cerámica cuesta, lleva su tiempo y elegir los colores también porque hay que encontrar las cerámicas”, indicó. Así recordó cómo fue construyendo y pensando cada una de las obras que posee el Museo del Río.
“EL ARTE ES CREACIÓN, PARA QUE LA GENTE TENGA CURIOSIDAD, EL ARTISTA TRABAJA PARA QUE NOS MIREN, LLAMAR LA ATENCIÓN”, ALDO PÉRTILE.
Según detalla, algunos de esos murales reflejan la evolución del mundo desde el ADN, la era saurica, los peces, la humanidad. Otras obras son figuras extraídas de los viajes de Aldo a distintos lugares del mundo. También hay imágenes de parejas bailando tango, lo que demuestra el amor por la cultura argentina y esculturas de metal relacionadas a los pescadores, al río.
Para visitantes y artistas
Después de un tiempo de mantener el espacio entre la familia, uno de los hijos de Aldo, junto a Santiago, se propusieron convertir el lugar en un museo para que la gente, los amigos, pudieran disfrutar también de las obras, de la costa y la vista hacia el río. Hoy, el proyecto se extiende hacia otros horizontes como la gastronomía.
“El Museo del Río es una linda propuesta, me tienen a mi para contar la historia del espacio y de los murales. Yo espero que la gente que nos visite pueda disfrutarlo y que también sea una casa para otros artistas. Yo estoy seguro que no hay muchos espacios así, en la costa del río”, alega Aldo Pértile.
Así que si el arte, las historias familiares y la imponencia del Paraná te movilizan, el Museo del Río es el lugar ideal para pasar un día y aprender un poco más sobre la historia de la familia Pértile.
Quienes deseen visitar el Museo del Río, pueden consultar por reservas en la cuenta de Instagram del espacio. Los fines de semanas y feriados, abren el lugar para almuerzos, festejos familiares, cumpleaños y otros eventos culturales que incluyan a pocas personas. También, por la siesta, se habilita el lugar para tomar mates y disfrutar de la vista sin costo alguno.
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