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Miércoles 24 de abril de 2024
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Sergio Zabalza sobre las sectas: “Lo de la Escuela de Yoga refleja el empobrecimiento de nuestros lazos sociales”

El 13 de agosto se realizaron una serie de operativos de allanamiento que dieron como resultado la captura de 19 miembros de la Fundación Escuela de Yoga de Buenos Aires. El caso obtuvo trascendencia mediática y lleva a preguntarse cómo funcionan éste tipo de organizaciones y por qué las personas están dispuestas a someterse a sus abusos que allí se cometen.

El 13 de agosto se realizaron una serie de operativos de allanamiento que dieron como resultado la captura de 19 miembros de la Fundación Escuela de Yoga de Buenos Aires. El caso obtuvo trascendencia mediática y lleva a preguntarse cómo funcionan éste tipo de organizaciones y por qué las personas están dispuestas a someterse a sus abusos que allí se cometen.

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El 13 de agosto las autoridades de Buenos Aires realizaron 50 allanamientos simultáneos y capturó al menos a 19 miembros de la “Fundación Escuela de Yoga de Buenos Aires”, nombre que utilizaba como fachada una organización internacional que durante 30 años captó personas para someterlas a la servidumbre, explotación sexual, esclavitud y lavado de activos.

El procedimiento fue el resultado de una larga lucha por que se escuchen las denuncias de exmiembros y víctimas de la organización, como es el caso de Pablo Salum, que desde la organización LibreMentes viene impulsando una “Ley Antisectas” para evitar que más personas puedan ser víctimas de estas organizaciones coercitivas.

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La secta se dedicaba a captar personas para incorporarlos a la organización y reducirlos a una situación de servidumbre. En otros casos, les ofrecían tratamientos medicamentos para curar sus adicciones. 

Al momento contaba con al menos 170 miembros que pagaban montos mensuales variables, muchos de los cuales eran coercionados a participar o hasta someter a otros a prácticas de explotación sexual. A su vez, muchos eran obligados a buscar personas con mucho dinero o que tengan algún cargo o puesto influyente en la política o la sociedad. 

Por el carácter macabro de sus crímenes y el tiempo en que estuvieron en actividad y el perfil de las personas involucradas, el caso de la Escuela de Yoga rápidamente trascendió a los medios nacionales. ¿Cómo es posible que alguien esté dispuesto a dejar su vida y sus seres queridos para entrar a una secta y someterse a órdenes y prácticas que atenten contra su dignidad y las de los demás? 

Una condición para la servidumbre

De acuerdo a un informe difundido por la ONG Defendamos Buenos Aires, podrían existir en el país unas 800 sectas que realizan estafas o someten a sus miembros la servidumbre, prostitución y trata de personas.

La cantidad da cuenta de un fenómeno que, si bien se esconde bajo las sombras, se alimenta de una condición común de las personas y que nos convierte a todos en potenciales víctimas.

En diálogo con NEA HOY, el psicoanalista Sergio Zabalza explica que lo que llama la atención de estos casos que involucran a organizaciones coercitivas como la Escuela de Yoga de Buenos Aires, “es el hecho de que las personas aceptan integrarse”.

Esto tiene que ver con la especial constitución subjetiva del ser hablante, y es que somos esencialmente obedientes”, explica Zabalza. “Desde que nacemos, hay alguien que nos habló primero, alguien del cual dependemos de manera absoluta, porque el ser hablante es el único en el planeta que tarda algunos años en tener una relativa autonomía”.

Para el psicoanalista, esta constitución subjetiva que empieza desde una dependencia, propia de todos nosotros y que está presente, ya desde las primeras etapas de nuestro desarrollo, es la que nos hace vulnerables al sometimiento de otros.

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Hay razones de tipo afectivo y razones en la constitución de la satisfacción del cuerpo que tienen que ver con un otro que tiene poder”, continua Zabalza, “hay un psicoanalista que se llama Lacan que dice puntualmente que todo orden de los abusos se comete siempre por una orden”.

“Esto no quiere decir que el abusador no sea culpable”, se apura en aclarar el psicoanalista, “es un criminal y merece ser condenado e ir a la cárcel, pero lo que nos interesa de casos como el de la Escuela de Yoga, es que ponen en evidencia lo vulnerable que es el ser hablante a la sugestión de un otro con poder”.

Zabalza mira lo que pasa en las sectas como un caso extremo de un fenómeno que puede verse en distintos ámbitos sociales, de los cuales los psicópatas ven la manera de aprovecharse. “En distintos ámbitos donde una persona se desempeña, el fenómeno del poder está presente y las personas suelen someterse”, explica. “En la historia, basta citar lo que fue el nazismo para entender cómo millones de personas quedan captadas por el discurso delirante de un psicópata”.

Un problema social

Cuando se analiza el caso de las sectas u organizaciones coercitivas como la Escuela de Yoga de Buenos Aires se suele hablar de un cierto perfil de víctima, como si hubiese una persona en particular que posee condiciones que la hagan más propensa a caer en éste tipo de engaños. Para Sergio Zabalza, no se trata de un perfil sino de situaciones en las que cualquiera de nosotros podríamos encontrarnos en algún momento de nuestras vidas

 

Las situaciones de las personas, sobre todo el tema del aislamiento, de la soledad, la falta de horizonte o las contingencias de la vida pueden arrojar en la desesperación a un sujeto, en el desánimo, el desasosiego, en el recelo, en la desconfianza, razón por la cual buscan un lugar en donde alguien los escuche, donde alguien les prometa que todo va a estar bien, y pueden llegar a caer en estos psicópatas que son muy hábiles para reconocer y servirse de esta situación” explica.

Por eso, para el psicoanalista la emergencia de estas organizaciones nos lleva a darnos cuenta de que hay muchas personas que se encuentran en esta situación de desamparo. “Fenómenos como el de la Escuela de Yoga, en realidad lo que hablan es de la pauperización actual del lazo social. Es decir, si hay instituciones como la Escuela de Yoga que corrompen a las personas, es porque el lazo social está tan pobre que hay personas que no saben dónde acudir”.

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La culpa y la vergüenza

Un factor común de estos casos es que organizaciones como la Escuela de Yoga siempre permanecen activas mucho tiempo, cometiendo abusos en la sombra, pero con una fachada pública que les ayuda a seguir captando víctimas y construyendo relaciones con personas de poder.

Esto se debe a que son las propias víctimas, actuando como miembros de las organizaciones, las que se encargan de fortalecer estos vínculos con personas poderosas, mantener el silencio dentro de la organización o acallar y deslegitimar las voces denunciantes

“El psicópata manipula a las personas con la culpa y la vergüenza”, explica el psicoanalista, “es decir que una vez que alguien está implicado en toda esta organización, le resulta muy difícil salir sobre todo por mecanismos subjetivos tales como la culpa y la vergüenza, la conciencia moral”.

Una de las paradojas del tratamiento de víctimas de abuso sexual es que la víctima se siente culpable”, comenta Zabalza, “y el psicópata se encarga de hacer sentir al abusado como cómplice del crimen”.

La mayoría de estas sectas tienen un sistema de premios y jerarquías en la que los miembros pueden ir escalando y sentir que están avanzando dentro de la organización. Este sistema muchas veces está diseñado precisamente para que estos miembros vayan de a poco participando en los distintos abusos y crímenes que comete la organización.

Esto aumenta la complejidad a la hora de desbaratar organizaciones coercitivas como la Escuela de Yoga, ya que algunas de las víctimas terminan siendo muchas veces victimarios de otras víctimas. De esta manera, la red de complicidades y culpabilidades hace que la organización permanezca durante muchos años dentro del silencio y el hermetismo.

Nuevamente, el psicoanalista aclara que esto no exonera a las personas adultas de los crímenes y abusos que han accedido a cometer dentro de las organizaciones, pero ayuda a explicar por qué muchas veces las víctimas tardan mucho tiempo o se niegan en denunciar los abusos que sufrieron. “Por eso es tan difícil que alguien hable, denuncie, cuente los crímenes del cual ha sido objeto, porque el psicópata maneja el silencio de la víctima a través de la culpa y la verguenza”, concluye Zabalza.

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