Como cada 30 de noviembre, hoy se celebra el Día Nacional del Teatro en conmemoración a la fecha de inauguración del primer teatro argentino, instalado en la Ciudad de Buenos Aires en 1973 y conocido como el Teatro de la Ranchería.
La celebración fue instituida por el Decreto Presidencial N°1.586 del Poder Ejecutivo Nacional el 3 de julio de 1979, con iniciativa del Instituto Nacional de Estudios de Teatro (INET).
Si bien la práctica del teatro y el consumo de las obras artísticas que se sucedieron a lo largo de los años, desde la proliferación de los espacios teatrales por todo el país, se caracterizó por el protagonismo de la clase media alta, esta nueva edición del Día Nacional del Teatro encuentra a la región en el proceso de reconocer la necesidad de acercarse a nuevos públicos, particularmente, a aquellos que, por diferentes cuestiones, no llegan a disfrutar del potencial del teatral.
“Hay una búsqueda de que el teatro sea un trampolín para acercarnos a aquellos grupos o comunidades que no se acceden fácilmente al teatro, ya sea porque están en situación de vulnerabilidad social o económica, porque son personas en situación de discapacidad o viven una situación que comúnmente se invisibiliza en la sociedad y las excluyen”, dijo a NEA HOY la referente correntina, Marianela Iglesias.
Contó que, actualmente se encuentra involucrada en tres proyectos teatrales desde los que buscan replantearse el hecho de salir a buscar al público que no llega a las salas de teatro, por muchas cuestiones.
“No tiene que ver solo con lo económico, muchas veces también hay muchos prejuicios sobre el teatro o no existe la accesibilidad necesaria para que personas con discapacidad visual, motora, o de otras índoles, disfruten del teatro”, consideró.
¿Un teatro más popular?
La artista no se atribuyó el hecho de “popularizar el teatro” pero sostuvo que la búsqueda de llevar el teatro a los espacios públicos más relegados resulta más convocante, aunque sea mucho más laborioso.
Además, manifestó la importancia de ver al teatro como una herramienta de transformación social, que se constituye como una ocasión para hacer vínculos y crear redes con diferentes realidades sociales.
Sin dudas, la pandemia es un punto de inflexión al que muchos artistas teatrales le atribuyen la posibilidad de haber cambiado el paradigma. Iglesias coincidió con este punto y dijo que es de gran ayuda la asistencia del Instituto Nacional del Teatro que permite, a través del programa “Florecer”, gestionar el desarrollo de obras teatrales en comunidades barriales, de encierro, de personas con discapacidad, entre otras.
La necesidad de pensar en la Accesibilidad Cultural
Iglesias destacó a este medio la importancia de trabajar con accesibilidad cultural para dejar de invisibilizar a la gente que tiene muchos condicionantes para acceder al teatro, como las adicciones, violencia de todo tipo, el colectivo LGBT, entre otros.
“Ya no podemos dar la espalda a estas realidades”, dijo la referente y consideró que los teatreros necesitan una capacitación en discapacidad y derechos, porque existen públicos en los que poco se piensa y de los que poco se conoce sus realidades.
A su vez, esta búsqueda por ampliar derechos no tiene solo que ver con la posibilidad de acercar obras teatrales a todo tipo de personas, sino lograr que también puedan capacitarse en la producción y dirección de obras propias.
“El teatro, la gran ocasión”
Un texto muy interesante, redactado por Marianela Iglesias hace pocos días, titulado “El teatro, la gran ocasión”, invita a la comunidad teatral local a pensar en preguntas inquietantes como “¿Para qué públicos queremos actuar?” y “¿Para qué mundo?”.
Asimismo, se plantea “¿Hacia dónde va nuestra mirada, en la calle, en los espacios de formación, en el compartir con amigues? ¿En silenciar la diversidad? ¿Separarla del resto?”.
Una de las ideas más fuertes del texto de la referente correntina tiene que ver con que “el teatro no es de nadie y por lo tanto es de todos, y tiene su mejor momento de expansión cuando la trama es tan fuerte, compleja y profunda que no se distingue la propiedad privada de cada uno de sus realizadores”.
“Todos hacemos que ese entramado sea posible, y así la vida se vuelve más vivible. Tanto en el momento de creación, como de apreciación, estamos con, nunca soles, nunca solo individuos; nada podemos lograr sin esa patria que es ese otrx, ni esxs otrxs”, sostiene.
Por último, invita a replantearse si “¿vivimos o no en un mundo donde nos ayudamos unxs a otrxs en nuestras necesidades básicas?”, y si “¿queremos organizar un mundo social y político en base a ese reconocimiento?”.
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