La fiesta trasciende a la región. La devoción al Gauchito Gil se originó en la Provincia de Corrientes, pero trascendió. Es más, logró llegar a puntos, no sólo del país, del continente, que eran impensados por muchos. Pero, ¿es esta figura algo más que una simple imagen venerada por miles de fieles? ¿Fue realmente una persona de carne, como cualquiera de nosotros? ¿O se trata solo de la idealización de una figura mítica que ayuda a los pobres y protege a los que acuden a él?
Para responder estas inquietudes es preciso acudir a la hagiografía, la ciencia que estudia la historia de las vidas de los santos, que afirma que, verdaderamente, la persona de Antonio Gil existió en el tiempo.
Fue un gaucho que habitó una zona que en guaraní llamaban Paiubre, en el departamento de Mercedes. Su nombre completo fue Antonio Mamerto Gil Nuñez, hijo de José Gil y Encarnación Nuñez, y nació un 12 de agosto de un año que podría ser 1847.
Según los estudios y la tradición local, el joven amaba los bailes y las fiestas, en especial la de San Baltazar, el santo cambá. Asimismo, se afirma que era devoto de “San La Muerte”.
Sobre sus cualidades, se dice que tenía un excelente manejo del facón y que su mirada hipnótica era temible para los enemigos y fulminante para las mujeres.
“El pueblo lo protegió, lo alimentó y lo cuidó hasta que lo capturaron”
¿Por qué el Gauchito Gil terminó de modo trágico?
Es preciso mencionar que Antonio, el Gauchito Gil fue un peón rural, que sufrió los horrores de pelear en una guerra entre hermanos, en la Guerra de la Triple Alianza, y que luego fue reclutado para formar parte de las milicias que luchaban contra los federales.
La leyenda cuenta que “Ñandeyara”, el dios guaraní, se le apareció en los sueños y le dijo: “no quieras derramar sangre de tus semejantes”. Por esto, no dudó y desertó del Ejército.
Esa rebeldía, y la intención de conquistar a la mujer que pretendía un comisario de la época, fueron algunos de los motivos de su sentencia de muerte. Le siguieron otras desobediencias intolerables para el poder de turno: se ganó el amor y la complicidad de la peonada correntina que lo empezó a conocer como a un justiciero, como a un héroe que protegía a los humildes, que robaba a los ricos para darle a los pobres, que vengaba a los humillados y que sanaba a los enfermos.
“Su asesino se convirtió en su primer devoto”
Su asesinato, el origen de la devoción
El origen de su final se dio luego de que sorteara mil y una emboscadas y lo capturara la policía, mientras dormía una siesta, luego de una noche de juerga en el marco de las fiestas por San Baltazar.
Sus dos amigos fueron abatidos al instante de ser descubiertos, pero al Gauchito Gil no le entraron las balas, cuentan, ya que “lo salvó un amuleto de San La Muerte que colgaba de su cuello”.
Con sus múltiples variaciones, los relatos orales cuentan que aquel 8 de enero de 1874 o 1878 para otros, decidieron trasladarlo a la ciudad de Goya para ser juzgado, pero en el camino, a 8 kilómetros de Mercedes, cambiaron los planes y los miembros de la tropa lo colgaron boca abajo en un árbol de la zona.
Ninguno de los presentes, soldados de origen humilde, conocedores y respetuosos de las andanzas del Gauchito, se animó a ejecutarlo.
Fue entonces que el coronel Velázquez, contra su voluntad y siguiendo órdenes de un superior, lo degolló. Dicen que su sangre cayó como una catarata que la tierra se bebió de un sorbo. En ese mismo instante nació el mito y su asesino se convirtió en su primer devoto.
Otra mirada, aún más interesante de su deceso, señala que, antes de su ejecución, el Guachito Gil le dijo a su verdugo que su hijo estaba gravemente enfermo y que debía orar en nombre de Gil para implorar su curación.
Con fe en él, el verdugo siguió las instrucciones y su hijo escapó de la enfermedad. Como consecuencia, este regresaría a la escena de ejecución para darle al cuerpo de Gil un entierro adecuado.
¡Así nació el mito! Una leyenda que no pudo ser contenida por toda una provincia, que traspasó sus puertas y llegó a sitios recónditos del mundo; ciudades grandes y chicas, zonas despobladas, rutas y caminos. Explicar esto último merece un relato aparte.
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