En las últimas jornadas, el Presidente de la República Oriental del Uruguay, Luis Lacalle Pou, anunció el cierre de sus fronteras internacionales hasta el 10 de enero de 2021.
Esta medida extrema no se condice con las estrategias del país durante toda la pandemia, pero existe una explicación: el aumento exponencial de casos de COVID-19.
La decisión del mandatario uruguayo fue una novedad en el plano internacional, ya que los charrúas habían sido los primeros en levantar restricciones, volver a las clases y permitir el turismo internacional en sus centros turísticos.
Un oasis en pandemia
Durante gran parte del año, Uruguay fue destacado por su baja tasa de contagios, siendo el país con menor impacto sufrido por el COVID-19.
Eso llevó a los uruguayos a regresar a las actividades bastante antes que sus vecinos como Argentina. Un ejemplo claro fueron las clases presenciales, siendo el primer país de la región en regresar a las aulas.
El discurso de Luis Lacalle Pou iba direccionado hacia un manejo más bien laxo de la pandemia, coincidente con la ideología de derecha del Partido Blanco uruguayo, que es Gobierno en este país.
Las cosas cambiaron rápidamente en Uruguay, los casos se dispararon en los últimos diez días y el pico de contagios está en su máximo.
Aumentan los casos, ¿y la vacuna?
Actualmente, Uruguay tiene poco más de 14.000 contagios de COVID-19. Es bastante poco para un país de 3.3 millones de habitantes. Pero lo que preocupa al Gobierno uruguayo es el aumento repentino de casos detectados.
Durante 8 de los 10 meses de pandemia, Uruguay registró una media de 25 casos diarios de COVID-19. En las últimas jornadas, los charrúas suman un promedio de 700 casos cotidianos.
Los números llevaron a Lacalle Pou a cerrar todas las fronteras internacionales y a restringir actividades no esenciales y suspender el turismo.
A diferencia de otros países como Argentina o Chile, el Gobierno uruguayo aún no definió su estrategia de vacunación. Esto se debe a que venía con una baja tasa de contagios y las presiones sociales no tocaban la puerta del Palacio de Gobierno en Montevideo.
Lo cierto es que suenan la vacuna de Pfizer -tal como en Chile o Canadá- y la inmunización de Oxford, la que se producirá en Argentina.
Cierren todo
En marzo de este año, cuando la pandemia fue anunciada por la OMS, los países del mundo cerraban sus fronteras internacionales, un hecho inusual para la cotidianeidad que vivíamos.
El rebrote de COVID-19 en Uruguay llevó a Montevideo a ser considerada “zona roja” según índices internacionales, induciendo al ejecutivo nacional a tomar decisiones drásticas para evitar un contagio comunitario en todo el país.
En este contexto, con la llegada del verano y las festividades navideñas, lo que significa un movimiento masivo de personas, el máximo mandatario uruguayo decidió cerrar todas las fronteras internacionales, tanto por tierra, por agua o por aire.
Esta decisión fue acompañada con la movilización de las Fuerzas Armadas uruguayas a cada punto fronterizo para controlar que se cumpla la orden presidencial.
Cabe destacar que esta decisión no sólo afecta a los turistas o viajeros internacionales que pretendían ingresar a Uruguay en estas fechas, sino que el Presidente Lacalle Pou informó “con mucho pesar” que tampoco los ciudadanos uruguayos podrán regresar al país hasta el 10 de enero.
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