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Viernes 26 de abril de 2024
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Haití y el neocolonialismo, un país empobrecido por el racismo de las potencias del mundo

Veinte años después de lograr su independencia, Haití se vió obligado a pagarle a Francia por los daños económicos que le costó su emancipación. Hoy, el país es un ejemplo de la forma en que las potencias utilizan las deudas y compromisos económicos para incidir en la política interna de los países subdesarrollados.

Veinte años después de lograr su independencia, Haití se vió obligado a pagarle a Francia por los daños económicos que le costó su emancipación. Hoy, el país es un ejemplo de la forma en que las potencias utilizan las deudas y compromisos económicos para incidir en la política interna de los países subdesarrollados.

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En 1804, después de casi quince años de levantamientos y revoluciones que le costaron la vida de la mitad de su población, Haití logró finalmente liberarse del dominio francés, convirtiéndose en el primer país latinoamericano en lograr su independencia.

A fuerza del trabajo y la sangre de los esclavos, Francia había convertido la isla de Santo Domingo en un importante enclave de caña de azúcar y café, y tras el levantamiento de esclavos, los nuevos ciudadanos libres de Haití podrían cosechar los frutos de su trabajo.

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La independencia fue fruto de la única revuelta de esclavos exitosa en la humanidad, que al levantarse contra sus captores, lograron abolir la esclavitud y convertirse en la primera república “negra” en el mundo. Esto atrajo el resentimiento de las potencias imperiales, cuyas economías se sostenían gracias al discurso racista que legitimaba la esclavitud.

Los países europeos no reconocieron a Haití como estado autónomo y Francia impuso un bloqueo marítimo que impidió el comercio internacional con la isla por veinte años. En 1825, dos décadas después de la independencia, doce barcos armados con 500 cañones y enarbolando la bandera francesa fueron enviados a las costas de Haití.

El país que en 1789 difundió al mundo los valores de la libertad y la fraternidad, llegaba para reclamar una indemnización de 150 millones de francos por las pérdidas infligidas al sistema esclavista. La factura incluía las tierras pérdidas y los esclavos muertos durante el levantamiento, que los comerciantes franceses aún consideraban como propiedad.

La mayoría del pueblo haitiano se negó repetidas veces a pagar la deuda pero cualquier intento de desconocerla fue aplacado por una pequeña élite desesperada por obtener reconocimiento internacional y entablar relaciones comerciales internacionales.

El pueblo haitiano, que apenas comenzaba a levantarse después de la sangrientas revoluciones abolicionista e independentistas, debió contraer una deuda equivalente al 300% de su PBI bajo amenaza de invasión y de restablecer la esclavitud.

El dinero fue prestado por los mismos bancos franceses, quienes impusieron intereses abusivos y condiciones impositivas favorables para el comercio francés, perjudicando el desarrollo interno de la industria haitiana y destruyendo las posibilidades de crecimiento del país, manteniéndolo a su vez atado al compromiso de la deuda.

En estas condiciones, Haití tardó 58 años en pagar el precio exorbitante que Francia impuso a su libertad y otros 70 años para pagar los intereses que impusieron los bancos franceses o estadounidenses que les “facilitaron” el pago de la deuda inicial.

Las deudas y el colonialismo durante el siglo XX

Durante todo este tiempo, para cumplir con los vencimientos la pequeña nación caribeña debió contraer nuevas deudas y compromisos con otras potencias europeas y los Estados Unidos. La presión internacional que ejercieron estos países sobre las políticas internas de Haití sentaron las bases del neocolonialismo que se aplicaría durante todo el siglo XX en África y América Latina.

Un ejemplo de ello puede observarse en 1915, cuando una revuelta popular culminó con el asesinato del presidente del país Guillaume Sam. Esto puso en riesgo los planes de reembolso de numerosas empresas norteamericanas, por lo que el gobierno de Estados Unidos resolvió intervenir militarmente el país.

Un ejemplo más reciente fue el golpe de estado del 2004 para destituir al entonces presidente Jean-Bertrand Aristide. Sacerdote salesiano y portavoz de la teología de la liberación, Aristide fue el primer presidente en ser elegido democráticamente en la historia de Haití, llegando al poder con más del 85% del voto popular, fue derrocado tres años después.

Cuando se preparaba el bicentenario de la independencia de Haití, Aristide impulsó una campaña en favor de la restitución, iniciando procedimientos legales para obligar a Francia a devolver aquella deuda que había sido responsable del empobrecimiento del país.

El presidente de Haití Jean-Bertrand Aristide fue derrocado por un golpe de estado por exigir a Francia la restitución de la deuda.

En ese momento, una comisión destinada a calcular el monto de la deuda a la actualidad concluyó que la cifra se encontraba entre los 21.000 millones de dólares, lo que en la época significaba la mayor deuda internacional con un solo organismo, hoy superada por la contraída por el presidente argentina Mauricio Macri con el FMI.

Muchos analistas concuerdan que los intentos de Aristide por reclamar la devolución de la deuda fue la principal razón de su destitución. Él mismo posteriormente declaró que meses antes del golpe de estado fue secuestrado por una comitiva de destacados diplomáticos franceses que intentaron obligarlo a renunciar.

Sumado a esto, recientemente un exembajador francés admitió durante una entrevista al New York Times que Francia y Estados Unidos habían orquestado el golpe de estado contra Aristide para poner fin a su campaña de restitución.

 

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