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Jueves 25 de abril de 2024
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El día que Violeta Parra se fue a los cielos: la poeta de espíritu inquieto que eligió cuándo morir

La artista popular Violeta Parra se quitó la vida en enero de 1967. La vida de la cantante estuvo dedicada al rescate de la cultura popular chilena, siendo una de las artistas más homenajeadas del país

La artista popular Violeta Parra se quitó la vida en enero de 1967. La vida de la cantante estuvo dedicada al rescate de la cultura popular chilena, siendo una de las artistas más homenajeadas del país

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La poeta y cantante popular Violeta Parra dedicó su vida a recolectar y rescatar fragmentos de la cultura popular chilena, para grabarlas y rescatarlas de su casi segura desaparición al grabarlas en cinco discos. Esta incansable búsqueda la llevó a rescatar y popularizar instrumentos como el guitarrón o incorporar en la cultura chilena el charango andino.

Su espíritu inquieto la transformó en pionera, por ejemplo al ser la primera mujer latinoamericana en exponer en el Museo del Louvre de París. Así y todo, la primera vez que Violeta apareció en los diarios más importantes de Chile fue con la noticia de su suicidio, el 5 de febrero de 1967.

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Los motivos de su muerte

Las razones por las que Violeta podría haber decidido quitarse la vida abrió la puerta a un sin fin de elucubraciones, y como pasó con muchas mujeres que se suicidaron antes y después de ella, muchos se contentaron con decir que lo había hecho por desamor

No ayudó el hecho de que, poco tiempo antes de su muerte, su ex pareja Gilbert Favre había vuelto a Chile con su grupo de música andina Los Jairas, y se había presentado en La Reina, la carpa cultural regentada por la propia Violeta. Tampoco ayudó que su hijo Angel Parra muchos años después continuara diciendo en entrevistas que su madre había sido “una mujer malherida por amor.

Como habiéndose anticipado a estas infamias, la propia Violeta lo desmintió en su nota de suicidio, una carta dirigida a su hermano, el poeta Nicanor Parra. En ella, explicaba en formato de verso que “Si juntamos dos mil hombres no alcanza a salir de ellos un cuarto de hombre / Desesperada, nada. Clarificada / Dice uno por ahí que los Parra son cortados a una misma tijera. El que lo dice debe haberlo cortado por un serrucho / Yo no me suicido por amor. Lo hago por el orgullo que rebalsa a los mediocres”.

Lo cierto es que Violeta sufría una depresión aguda, y a pesar de haber compuesto nuevas canciones y tener planeada una gira por Argentina ese mismo febrero, ya había intentado suicidarse cinco veces.

Y fueron la mala situación por la que pasaba su proyecto cultural personal, la carpa La Reina, los problemas económicos y personales y algunas dolencias que la obligaban a medicarse los que empujaron a la cantante cada vez más dentro de ese abismo hasta llevarla a quitarse la vida.

Una artista contra molinos de viento

Hoy, la figura de Violeta Parra es una de las más homenajeadas tanto en Chile como en Latinoamérica. Su nombre ha sido utilizado para bautizar museos, fundaciones y hasta un puñado de escritos y canciones dedicadas a su memoria. Hasta se ha creado una efeméride en su honor, el día de la música y los músicos chilenos que se conmemora todos los 4 de octubre, fecha del nacimiento de Violeta. 

Sin embargo, esto no fue así antes de su muerte. A pesar de su larga trayectoria, de haber grabado muchos discos con canciones que se escuchaban en todo el mundo, Violeta Parra sufrió en sus últimos días un mal común de los artistas populares en el continente, el de no ser valorados por su contribución a la cultura del pueblo.

Dos años antes de su muerte, Violeta se había embarcado en la gesta titánica de montar una “carpa cultural” a las afueras de Santiago, que rescataba la cultura del circo criollo popular que había mantenido viva por tanto tiempo la llama del folklore en los pueblitos y parajes rurales de Chile.

En 1965 violeta instaló una carpa a las afueras de Santiago en donde se realizaban peñas.

Al principio, las luces de la carpa “La Reina” brillaron con algarabía gracias a la referencialidad y figura de Violeta, que insistentemente invitó a músicos y poetas amigos a presentarse en las peñas que se realizaban por las noches. De día, la carpa estaba abierta para brindar talleres de cerámica, telar y canto.

Al poco tiempo, sin embargo, se fue notando que a La Reina le sería muy difícil mantener vuelo después de esa primera chispa de ignición. La clase acomodada chilena estaba más fascinada por la cultura europea que la propia, mientras que la clase popular cada vez debía esforzarse más para llenar su plato ya no le quedaba dinero para peñas y fiestas

En éste contexto resultaba difícil mantener cualquier proyecto cultural, y más aún uno tan ambicioso como el que intentó llevar adelante Violeta. Para el segundo año, se hicieron comunes las veces que la carpa, preparada para unas 300 personas, debió cancelar los espectáculos por falta de concurrencia.

Violeta se sentía traicionada por las personalidades y funcionarios públicos que se habrían apurado en pararse junto a ella cada vez que se presentaba en algún acto, pero que no hacían lo suficiente para apoyarla en sus proyectos culturales.

Se sentía abrumada por la responsabilidad y el cada vez más arduo trabajo que requería el ser un artista popular en esos tiempos, y se sentía sola en sus convicciones, a pesar de los millones de aplausos cosechados a través de su vida.

Violeta Parra, la artista latinoamericana

En la cultura popular, el agradecimiento se da solo cuando lo que se agradece se deja de necesitar. Los enfermos no dicen gracias a quienes lo están cuidando hasta que ya no estén enfermos. Se dice gracias al devolver el mate cuando ya no se quiere seguir tomando, y al que está sirviendo el vino, cuando ya se considera suficiente. 

Unos meses antes de su muerte, Violeta escribiría “Gracias a la vida”, la que se convirtió en la canción fundamental del folklore Chileno y un himno cantado por los mejores artistas latinoamericanos.

La historia de Violeta Parra hace eco en la de muchos artistas populares del continente, que a pesar de sostenerse y mantenerse vivo y respirando gracias al aporte de sus pinturas, escritos y canciones, parece nunca generar los cambios suficientes para facilitar la producción de estas piezas.

A pesar de poner su arte al servicio del patrimonio cultural inmaterial de su tierra, cada disco que grababa, cada gira y cada proyecto exigía un arduo camino cuesta arriba. Su labor se asemejaba al de Sísifo, condenado eternamente a trasladar una piedra por una ladera empinada solo para verla caer y volver a empezar. 

Esta exigencia se acrecentaba en su caso por ser mujer. Su propia hija, Isabel, denunciaría en el 2020 que desde 1942 sólo tres mujeres habían obtenido el galardón del Premio Nacional de las Artes en Chile.

Chile tiene deuda con todas las mujeres chilenas, no solo con Violeta Parra, no solo con las artistas. Siempre la mujer ha sido subestimada. No le dieron nunca el premio a la María Luisa Bombal y a muchas otras mujeres brillantes que han terminado pobres, como terminan los artistas por lo general, sin que haya habido un reconocimiento. Esa es la realidad con respecto a la importancia que le da este país a las mujeres creadoras, a las mujeres luchadoras” declararía cuando fue considerada para el galardón.

Ante esas adversidades, la cantidad de canciones, escritos y pinturas que Violeta Parra dejó son testimonio de su espíritu estoico e inquebrantable a la hora de trabajar desde su arte para el enriquecimiento de la cultura y memoria de los pueblos.

 

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